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Tobit

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Capítulo 1. Libro de palabras de Tobit, el de Tobiel, el de Ananiel, el de Aduel, el de Gabael, de la simiente de Asul, de la tribu de Neftalí; el que estuvo cautivo en días de Enemesar, el rey de Asiria, de Tisbe, la que está a la derecha de Cidis, de Neftalí, en la Galilea; sobre Aser. Yo, Tobit, por caminos de verdad andaba y de justicia, todos los días de mi vida. Y limosnas muchas hice a mis hermanos, y a mi gente a los que partieron conmigo, de la región de Asiria, a Nínive. Y cuando estaba en mi región en la tierra de Israel, siendo yo muy joven, todavía de la tribu de Neftalí, de mi padre, apostató de la casa de Jerusalén, la elegida de todas las tribus de Israel, para que todas las tribus sacrificaran; y fue santificado el templo de la habitación del Altísimo, y edificado para todas las generaciones del siglo. Y todas las tribus las coapóstatas a Baal la becerra, y también la casa de Neftalí, mi padre. Y yo solo iba a menudo a Jerusalén en las fiestas, según está escrito para todo Israel, en precepto eterno. Las primicias y los diezmos de los frutos y las primeras trasquilas yo llevaba, y los daba a los sacerdotes, los hijos de Aarón, en el altar de todos los frutos; el diezmo daba a los hijos de Leví los que ministraban en Jerusalén, y el segundo diezmo vendía; e iba y expendíalos en Jerusalén cada año, y el tercero daba a los que conviene; según había mandado Débora, la madre de mi padre; por esto: porque huérfano fui dejado por mi padre. Y, cuando fui varón, tomé a Ana por mujer, de la simiente de nuestra familia; y engendré de ella, a Tobías. Y, cuando fuimos cautivos a Nínive, todos mis hermanos y los de mi linaje, comían de los panes de las gentes; pero yo guardé mi alma de no comer; según me acordara de Dios en todo mi corazón. Y dio el Altísimo gracia y forma delante de Enemesar; y era yo su comprador, e iba a la Media; y confié a Gabaelo, el hermano de Gabrias, en Rages de la Media, de plata talentos diez. Y cuando murió Enemesar, reinó Senaquerim, su hijo, en su lugar, y sus caminos se desconcertaron; y ya no pude ir a la Media. Y en los días de Enemesar, limosnas muchas hacía yo a mis hermanos. Mis panes daba a los hambrientos y vestuario a los desnudos; y si a alguno de mi linaje veía muerto y arrojado detrás del muro de Nínive, le sepultaba. Y si a alguno matara Senaquerim, el rey, cuando vino huyendo de la Judea. Sepultábalos yo, ocultando; pues muchos mató en su furor; y buscáranse por el rey los cuerpos y no se hallaran. Mas, uno de Nínive, manifestó al rey, acerca de mí que los sepultaba; y me oculté; y, conociendo que se me busca para matarme, atemorizado me retiré, y fueron arrebatados todos mis bienes, y no que quedó nada, fuera de Ana, mi mujer, y Tobías, mi hijo. Y no pasaron cincuenta días hasta que, le mataron sus dos hijos. Y huí a la montaña de Ararat; y reinó Sarquedón, su hijo, en su lugar; y constituyó a Aquiácaro, el hijo de Anael, mi hermano, sobre toda la contabilidad de su reino y sobre toda la administración. Y rogó Aquiácaro por mí, y vine a Nínive; pero Aquiácaro era el copero y sobre el anillo, y administrador y contador; y le constituyó Sarquedón, en segundo lugar; y era primo hermano mío.

Capítulo 2. Y cuando descendí a mi casa y me fue restituida Ana, mi mujer, y Tobías mi hijo, en la fiesta de Pentecostés, la que es sagrada de siete semanas, hízoseme una comida hermosa, y me recosté a comer; y vi viandas muchas, y dije a mi hijo: «Anda y trae a quien hallares de nuestros hermanos menesterosos que se acuerde del Señor; y aquí te aguardo.» Y, viniendo, dijo: «Padre, uno de nuestro linaje, estrangulado ha sido lanzado al ágora.» Y yo, antes de gustar, saltando, llevéle a una casa, hasta que se puso el sol. Y volviendo me lavé y comí mi pan en tristeza. Y acordéme de la profecía de Amós, según dijo: «Volveránse vuestras fiestas en llanto, y todas vuestras alegrías en lamentación.» Y lloré, y cuando se puso el sol, fui y enterrando, le sepulté. Y los parientes burlábanse diciendo: «Aún no teme que se le mate por este negocio; se ha ido corriendo, y he aquí, de nuevo entierra los muertos.» Y en la misma noche, volví después de sepultar, y dormíme mancillado junto a la pared del atrio; y mi rostro descubierto estaba, y no sabía yo que gorriones en la pared hay; y, abiertos mis ojos, dejaron caer los gorriones cosa cálida sobre mis ojos, e hízose albugo en mis ojos; y fui a médicos y no me aprovecharon. Pero Aquiácaro me sustentaba, hasta que partió a la Elimaida. Y mi mujer, Ana, asalariábase en los gineceos, y enviaba a los amos y pagábanla también ellos el salario, añadiendo asimismo un cabrito. Mas, cuando vino a mí, empezó a balar y le dije: «¿De dónde el cabrito? ¿No será robado? Devuélvelo a sus dueños, que no es lícito comer cosa robada.» Pero ella dijo: «Por presente se me ha dado sobre mi salario.» Y no le creí y dije se le devolviera a sus dueños, y avergonzábame de ella. Mas ella, respondiendo, díjome: «¿Dónde están tus limosnas y tus justicias? He aquí todo lo cognoscible, contigo.»

Capítulo 3. Y, contristado, lloré y oré con dolor, diciendo: «Justo eres, Señor; y todas tus obras y todos tus caminos piedades y verdad; y juicio verdadero y justo tú juzgas por el siglo. Acuérdate de mí y mírame; y no me castigues por mis pecados y las ignorancias mías y de mis padres las que pecaron delante de ti. Porque desoyeron tus mandamientos, y nos diste en despojo, y cautiverio, y muerte y parábola de improperio a todas las gentes en las que hemos sido dispersados. Y ahora muchos de tus juicios son verdaderos; para mí hacer por los pecados míos y de mis padres, porque no hemos hecho tus mandamientos; pues no hemos andado en verdad delante de ti. Y ahora, según lo grato delante de ti, haz conmigo: ordena recoger mi espíritu, para que me disuelva y haga tierra; por esto, porque me conviene más morir que vivir, porque oprobios mentidos he oído y tristeza hay grande en mí: ordena sea disuelto yo de la cuita ya al eterno lugar; no apartes tu faz de mí. En el mismo día aconteció a la hija de Ragüel: Sara, en Ecbátana de la Media que está fuera, que fue improperada por las sirvientas de su padre; porque había sido dado a siete varones, y Asmodeo, el mal demonio, les mató antes de estar ellos con ella, como en mujeres; y la dijeron: «¿No adviertes nada, habiendo sofocado a tus siete hombres? Ya siete has tenido, y de uno de ellos no has sido nombrada: ¿qué nos azotas? Si han muerto, vete con ellos, no veamos hijo tuyo o hija por el siglo.» Esto oyendo, contristóse sobremanera, a punto de ahogarse, y dijo: «Una sola soy para mi padre; si hiciere yo esto, oprobio para él habrá, y su vejez llevaré, con dolor, a los infiernos.» Y oró a par de la ventana y dijo: «Bendito eres, Señor, Dios mío, y bendito tu nombre, el santo y honorable por los siglos; bendígante todas tus obras por el siglo. Y ahora, Señor, mis ojos y mi faz en ti he puesto, he dicho me desates de la tierra y no oiga yo en adelante improperio. Tú conoces, Señor, que pura soy de todo pecado de varón, y no he mancillado el nombre mío ni el nombre de mi padre en la tierra del cautiverio mío: unigénita soy de mi padre, ni tiene niñito que le herede, ni hermano cercano, no tiene hijo, para conservarme yo para él, para mujer; ya se me han perecido siete. ¿A qué para mí el vivir? Y si no te parece el matarme, ordena mirar por mí, y apiadarse de mí y no oír yo ya oprobio.» Y fue escuchada la deprecación de entrambos ante la gloria del gran Rafael; y fue enviado a sanar a ambos: de Tobit, descamar el albugo, y a Sara, la de Ragüel, a dar a Tobías el hijo de Tobit por mujer, y a atar a Asmodeo, el mal demonio; por esto, porque a Tobías pertenece heredarla. Al mismo tiempo, volviendo Tobit entró en su casa; y Sara, la de Ragüel descendió de su terrado.

Capítulo 4. En aquel día acordóse Tobit de la plata que había confiado a Gabael, en Rages de la Media. Y dijo entre sí: «Yo he pedido la muerte; ¿por qué no llamo a Tobías, mi hijo, para manifestármele antes de morir?» Y, llamándole dijo: «Hijito, cuando yo muriere, sepúltame y no te desentiendas de tu madre; hónrala todos los días de tu vida, y haz lo agradable a ella, y no la contristes. Acuérdate, hijito de que muchos azares vio por ti, en el vientre; cuando muriere, sepúltala conmigo en mi sepulcro. Todos los días, hijito, son del Señor, nuestro Dios, acuérdate, y no quieras pecar y transgredir sus mandamientos; justicia haz todos los días de tu vida; y no andes en las vías de la iniquidad. Por esto: porque, haciendo tú la verdad, bienandanza habrá en tus obras y para todos los que hicieren la justicia. De tus haberes, haz limosna, y no escatime tu ojo; no apartes tu rostro de todo mendigo, y de ti no se apartará, no, el ojo de Dios. Como tuvieres, según la abundancia, haz, de ello, limosna; según lo poco, no temas hacer limosna. Pues depósito bueno te atesoras para día de necesidad. Por esto: porque limosna de muerte libra y no deja entrar en las tinieblas. Pues don bueno es limosna para todos los que la hacen delante del Altísimo. Guárdate, hijito, de toda fornicación, y mujer primero toma de la simiente de tus padres; no tomes mujer ajena, la que no es de la tribu de tu padre; por esto: porque hijos de profetas somos: Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, nuestros padres, desde el siglo; acuérdate, hijito, de que todos ellos tomaron mujeres de sus hermanos, y fueron benditos en sus hijos; y la simiente de ellos heredará la tierra. Y ahora, hijito, ama a tus hermanos, y no te ensoberbezcas con tu corazón lejos de tus hermanos, y de los hijos e hijas de tu pueblo, para tomarte, de entre ellos, mujer; por esto: porque en la soberbia, perdición y perturbación mucha; y en improbidad, empequeñecimiento e indigencia grande; que la improbidad madre es del hambre. Jornal de todo hombre que trabajare cerca de ti, y no pernocte, págaselo al punto; si sirvieres a Dios, se te pagará; atiende a ti mismo, hijito, en todas tus obras, y sé educado en toda ocupación tuya. Y lo que odiares, a nadie hagas; vino hasta ebriedad no bebas; y no vaya contigo ebriedad en tu camino. De tu pan da al hambriento, y de tus vestidos, a los desnudos; todo lo que te sobrare, haz limosna y no escatimes tu ojo, cuando hicieres limosna. Derrama tus panes sobre la tumba de los justos; y no des a los pecadores. Consejo, de todo prudente, busca; y no pienses bajamente de todo consejo provechoso. Y en todo tiempo bendice al Señor Dios, y pídele que tus vías rectas se hagan; y todas tus sendas y consejos prosperen; por esto: porque toda gente no tiene consejo; empero el mismo Señor da todos los bienes; y si quisiere, humilla según quiere. Y ahora, hijito, acuérdate de mis mandatos, y no se borren de tu corazón. Y ahora te indico los diez talentos de plata que confié a Gabaelo, el de Gabrias, en Rages de la Media. Y no temas, hijito, porque hemos llegado a mendigar; posees mucho si temieres a Dios, y te apartares de todo pecado, e hicieres lo agradable ante él.»

Capítulo 5. Y respondiendo Tobías le dijo: «Padre, haré todo cuanto me has mandado. Empero, ¿cómo podré recoger la plata, si no le conozco?» Y diole la escritura, y le digo: «Búscate un hombre que vaya contigo, y le daré paga, mientras yo viviere, y recoge, yendo la plata. Y fue a buscar un hombre y halló a Rafael, que era un ángel, y él no lo sabía. Y díjole: «¿Si puedo ir contigo a Rages de la Media, y si conocedor eres de los lugares?» Y díjole el ángel: «Iré contigo, y el camino conozco, y con Gabael, nuestro hermano, he pernoctado.» Y díjole Tobías: «Aguárdame, y se lo diré a mi padre.» Y le dijo: «Ve y no tardes.» Y entrando, dijo al padre: «He aquí he hallado quien vaya conmigo.» Y él dijo: «Llámale a mí, para saber de qué tribu es, y si fiel para ir contigo.» Y llamóle, y entró, y saludáronse entre sí. Y díjole Tobit: «Hermano, ¿de qué tribu y de qué familia eres tú?, dime.» Y díjole: «¿Tribu y familia tú buscas; o un mercenario que vaya con tu hijo?» Y díjole Tobit: «Deseo, hermano, conocer tu linaje y nombre.» Y él dijo: «Yo soy hijo de Azarías, de Ananías, el grande de tus hermanos. Y díjole: «Bienvenido seas, hermano; y no te aíres conmigo por haber buscado tu tribu y tu familia conocer; y tú eres hermano mío de hermoso y buen linaje; pues conozco yo a Ananías y a Jonatán, los hijos de Semeí, el grande, como íbamos juntos a Jerusalén a adorar, ofreciendo los primerizos y los diezmos de los frutos; y no se extraviaran en el extravío de nuestros hermanos: de raíz hermosa eres, hermano. Empero, dime ¿cuál te habré merced de dar? Dracma por día, y lo necesario para ti como para mi hijo; y aun te añadiré sobre la merced, si sanos retornareis.» Y parecióles bien así; y dijo Tobías: «Apróntate para el camino, y prosperad.» Y previno su hijo lo necesario para el camino, y díjole su padre: «Ve con este hombre; y el que en el cielo habita: Dios, prosperará vuestro camino, y su ángel vaya con vosotros.» Y salieron ambos a partir, y el perro del jovencillo, con él. Y lloró Ana, su madre, y dijo a Tobit: «¿Qué has enviado nuestro hijito? ¿O por ventura el báculo de la mano nuestra no es, entrando y saliendo delante de nosotros? Plata a la plata no se allegue, sino que basura, para que nuestro hijo, se haga. Pues, como se nos ha dado vivir, de parte del Señor, esto es bastante para nosotros.» Y díjola Tobit: «No te solicites, hermana: sano vendrá y tus ojos le verán; que un ángel bueno irá con él, y prosperará su camino y volverá sano.» Y cesó de llorar.

Capítulo 6. Mas ellos yendo el camino, vinieron a la tarde al Tigris, un río, y pernoctaron allí. Y el joven descendió a bañarse, y saltó un pez del río y quería tragar al jovencillo. Pero el ángel díjole: «Coge al pez.» Y cogió al pez el joven y lo lanzó sobre la tierra. Y díjole el ángel: «Parte el pez, y, tomando el corazón, y el hígado y la hiel, guárdalos bien.» E hizo el joven como le dijo el ángel; y el pez, asando, comieron. Y caminaron los dos hasta aproximarse a Ecbátana. Y dijo el joven al ángel: Azarías, hermano, ¿qué es el corazón y el hígado y la hiel del pez?» Y díjole: «El corazón y el hígado, si a alguno perturba un demonio o espíritu malo, esto es menester que humee delante del hombre o mujer y ya no se le perturbará. Pero la hiel —unge tú al hombre que tiene albugo en los ojos, y sanará.» Y, cuando se acercaron a Rages, dijo el ángel al joven: «Hermano, hoy pernoctaremos con Ragüel; y él, pariente tuyo es, y tiene una hija unigénita, por nombre Sara. Hablaré acerca de ella para que se te dé por mujer, y porque te corresponde la herencia de ella, y tú sólo eres del linaje de ella; y la joven hermosa y discreta. Y ahora, óyeme, y hablaré a su padre, y cuando volviéremos de Rages, haremos las nupcias. Por esto, porque conozco a Ragüel que no la dará, no, a varón otro, porque según la ley de Moisés, merecerá la muerte, pues la herencia a ti toca tomar que a todo hombre.» Entonces dijo el joven al ángel: «Azarías, hermano, he oído yo que la joven ha sido dada a siete varones y todos perecieron en el tálamo. Y ahora yo soy único de mi padre, y temo, entrando morir, así como los anteriores; pues un demonio la ama; y no daña a nadie sino a los que se allegan a ella, y ahora yo temo morir y bajar la vida de mi padre y de mi madre, con dolor por mí, a su sepulcro; e hijo otro no tienen que los sepulte.» Mas díjole el ángel: «¿No recuerdas las palabras que te mandó tu padre sobre que tomes mujer de tu linaje? Y ahora escúchame, hermano, por esto: porque la tendrás por mujer y del demonio ningún caso hagas; pues esta noche te será dada ésta por mujer. Y, cuando entrares al tálamo, tomarás ceniza de timiamas y pondrás sobre ella del corazón y del hígado del pez y los fumigarás, y olerá el demonio, y huirá, y no retornará por el siglo del siglo, y cuando te llegares a ella, levantaos ambos y clamad al piadoso Dios, y os salvará y se apiadará. No temas porque, para ti, ésta fue prevenida desde el siglo, y tú la salvarás y andará contigo, y creo que tendrás de ella, niñitos.» Y, al oír Tobías esto, amóla y su alma se adhirió sobremodo a ella.

Capítulo 7. Y vino a Ecbátana. Y llegó a la casa de Ragüel; y Sara también salió a su encuentro y saludóle, y él a ellos; y les introdujo en la casa. Y dijo Ragüel a Edna, su mujer: «¡Qué semejante de este jovencito con mi primo Tobit!» Y preguntóles Ragüel: «¿De dónde sois, hermanos?» «De los hijos de Neftalí, los cautivos en Nínive.» Y díjoles: «¿Conocéis a Tobit, nuestro hermano?» Y ellos dijeron: «Conocemos.» Y díjoles: «¿Está bien?» Y ellos dijeron: «Y vive y está bien.» Y dijo Tobías: «Padre mío es.» Y saltó Ragüel y besóle mucho y lloró; y bendíjole y le dijo: «Eres hijo de un hombre hermoso y bueno.» Y oyendo que Tobit había perdido sus ojos, entristecióse y lloró. Y Edna, su mujer, y Sara, su hija, lloraron también, y acogiéronlos cordialmente. Y sacrificaron un carnero de ovejas y pusiéronles delante viandas abundosas. Y dijo Tobías a Rafael: «Azarías, hermano, habla acerca de lo que dijiste en el viaje, y termínese el asunto.» Y comunicó la palabra a Ragüel; y dijo Ragüel a Tobías: «Come, bebe y gozoso estáte; pues te corresponde a la hijita mía tomar; empero te diré la verdad: he dado mi hija a siete varones, y, apenas entraban a ella, morían por la noche; empero lo que es ahora, gozoso estáte.» Y dijo Tobías: «No gustaré nada aquí, hasta que os estéis y os constituyáis ante mí.» Y dijo Ragüel: «Llévala desde ahora, según el juicio; y tú, hermano eres de ella, y ella tuya es; y el piadoso Dios os prosperará lo más bello.» Y llamó a Sara, su hija, y, tomando la mano de ella, entrególa a Tobías por mujer, y dijo: «He aquí, según la ley de Moisés, llévala y condúcela a tu padre.» Y los bendijo. Y llamó a Edna, su mujer, y tomando libro, escribió la escritura matrimonial y la selló. Y comenzaron a comer. Y llamó Ragüel a Edna, su mujer, y díjole: «Hermana, prepara la otra alcoba, e introdúcela.» E hizo como dijo, e introdújola allá, y lloró; y enjugó las lágrimas de su hija, y le dijo: «Consuélate, hija, el Señor del cielo y de la tierra te dé gracia en vez de esta tristeza; consuélate, hija.»

Capítulo 8. Y, cuando acabaron de comer, introdujeron a Tobías a ella. Pero, él, oyendo, acordóse de las palabras de Rafael, y tomó la ceniza de los timiamas y sobre ella puso el corazón del pez y el hígado y los fumigó. Mas cuando olió el demonio el olor, huyó a lo superior de Egipto; y atóle el ángel. Y, después de encerrarse los dos juntos, alzóse Tobías del lecho, y dijo: «Alzate, hermana, y oremos porque se apiade de nosotros el Señor.» Y empezó Tobías a decir: «Bendito seas, el Dios de nuestros padres; y bendito, tu nombre, el santo y glorioso, por los siglos. Bendígante los cielos y todas tus criaturas. Tú hiciste a Adán y dístele auxiliadora: Eva, afianzamiento, su mujer: de éstos nació la simiente de los hombres. Tú dijiste: «No bello era el hombre solo, hagámosle auxiliadora semejante a él.» Y ahora, Señor, no por fornicación yo tomo a esta mi hermana, por mujer, sino sobre la verdad; manda apiadarte de mí, y con ella envejecer.» Y dijo con él: «Amén.» Y durmieron los dos la noche; y, levantándose Ragüel, fue y cavó sepultura, diciendo: «¿Acaso también éste muera?» Y vino Ragüel a su casa y dijo a Edna, su mujer: «Envía a una de las servidoras, y vean si vive; y, de no, para sepultarle y nadie conozca.» Y entró la servidora, abriendo la puerta y halló a los dos durmiendo. Y, saliendo, anuncióles que «vive». Y bendijo Ragüel a Dios, diciendo: «Bendito seas tú, Dios, en toda bendición pura y santa; y bendígante tus santos, y todas tus criaturas, y todos tus ángeles y tus elegidos. Bendígante por los siglos. Bendito eres, porque me has alegrado y no me ha acontecido según sospechaba, sino que según tu mucha misericordia has hecho con nosotros. Bendito eres, por haberte apiadado de dos unigénitos; hazles, Soberano, misericordia; consumen su vida en salud, con alegría y misericordia.» Y mandó a los criados cubrir la sepultura; e hízoles nupcias de días catorce. Y le dijo Ragüel, antes de terminar los días de las nupcias, juradamente, que no saliera sino cumplidos los catorce días de las nupcias; y que entonces, tomando la mitad de sus haberes, fuese con salud, a su padre, y lo demás, cuando «muriere yo y mi mujer.»

Capítulo 9. Y llamó Tobías a Rafael y le dijo: «Azarías, hermano, toma contigo a un siervo y dos camellos y ve a Rages de la Media, cerca de Gabael, y cóbrame la plata, y a él mismo tráemelo a las nupcias. Por esto: porque ha jurado Ragüel que no saldré yo. Y mi padre cuenta los días y si tardare mucho, se afligirá demasiado.» Y fue Rafael y pernoctó con Gabael, y diole la escritura; y él sacó fuera los talegos sellados y se los dio. Y madrugaron juntos y vinieron a las bodas y bendijo Tobías a su mujer.

Capítulo 10. Y Tobit, su padre contaba cada día y cuando se cumplieron los días del viaje, y no venía, dijo: «¿No habrán sido acaso burlados? ¿o no habrá acaso muerto Gabael y nadie le da la plata?» Y entristecióse demasiado. Y díjole su mujer: «Ha perecido el niño; por esto ha tardado». Y principió a plañirle y dijo: «¡No me importa, hijo, que dejé ir, la luz de mis ojos!» Y Tobit le dice: «Calla, no te solicites; sano está.» Y díjole ella: «Calla, no me engañes, ha perecido el hijo mío.» E iba ella todos los días al camino por el cual se había ido; y de día no comía pan, y la noches no cesaba de plañir a Tobías, su hijo, hasta que se cumplieron los catorce días de las bodas que juró Ragüel hacerle allí. Y dijo Tobías a Ragüel: «Despídeme, que mi padre y mi madre ya no esperan verme.» Y díjole su suegro: «Quédate conmigo, y yo enviaré cerca de tu padre y le noticiarán lo referente a ti.» Y Tobías dijo: «No, no, sino que despídeme para ir a mi padre.» Y levantándose Ragüel, diole a Sara, su mujer, y la mitad de sus bienes, servidumbre, y ganado y plata; y, bendiciendo los despidió, diciendo: «Prosperaráos, hijos, el Dios del cielo, antes de morir yo.» Y dijo a su hija: «Honra a tus suegros: ellos ahora son padres tuyos; oiga yo de ti, oída hermosa.» Y la besó; y Edna dijo a Tobías: «Hermano querido, restitúyate el Señor del cielo, y déme ver tus hijitos de Sara, mi hija, para alegrarme delante del Señor, y he aquí te deposito a mi hija en depósito, y no la contristes.» Después de esto iba también Tobías, bendiciendo a Dios, por haber prosperado su camino; y bendecía mucho a Ragüel y a Edna, su mujer.

Capítulo 11. E iba, hasta aproximarse ellos a Nínive. Y dijo Rafael a Tobías: «¿No conoces, hermano, cómo dejaste a tu padre? Corramos delante de tu mujer y preparemos la casa; y toma, a la mano, la hiel del pez.» Y fueron; y vino al par de ellos el perro, en su pos. Y Ana estaba sentada, mirando en torno, por el camino, a su niño; y le divisó venir, y dijo al padre de él: «He aquí mi hijo viene, y el hombre que fue con él.» Y Rafael dijo: «Sé yo que abrirá los ojos tu padre. Tú, pues, unge la hiel sobre sus ojos, y picado desarraigará y lanzará los albugos, y te verá.» Y, corriendo adelante Ana, se arrojó sobre el cuello de su hijo, y díjole: «Te he visto, hijito; desde ahora que yo muera.» Y lloraron ambos. Y Tobit salió a la puerta, y tropezaba; pero su hijo corrió a él, y cogió a su padre y aplicó la hiel sobre los ojos de su padre, diciendo: «Consuélate, padre.» Y como a la vez se picaron, se refregó los ojos de él, y se descamaron, por los ángulos de sus ojos, los albugos, y viendo a su hijo, se arrojó sobre su cuello, y lloró y dijo: «Bendito eres, Dios, y bendito, tu nombre por los siglos, y benditos, todos los santos ángeles tuyos, porque me has castigado y compadecido; he aquí veo a Tobías, mi hijo.» Y entró su hijo alegrándose, y refirió a su padre las grandezas a él acontecidas en la Media. Y salió Tobit al encuentro de su nuera, alegrándose y bendiciendo a Dios, a la puerta de Nínive; y maravillábanse los que le miraban caminar, porque veía, y Tobit confesaba a faz de él por haberse apiadado de ellos Dios; y cuando se acercó Tobit a Sara, su nuera, bendíjola mucho diciendo: «Bienvenida seas, hija; bendito Dios que te ha traído a nosotros, y tu padre y tu madre.» Y hubo gozo para todos los de Nínive, hermanos de él. Y llegó Aquiácaro y Nasbás, su primo; y celebráronse las bodas de Tobías, con regocijo, días siete.

Capítulo 12. Y llamó Tobit a Tobías su hijo, y díjole: «Ve, hijo, la merced para el hombre que ha ido contigo, añadirle es menester.» Y dijo: «Padre, no pierdo, dándole la mitad de lo que he traído; pues me ha conducido a ti sano, y a mi mujer ha curado y mi plata traído y a ti asimismo curado.» Y dijo el anciano: «Es lo justo para él.» Y llamó al ángel y le dijo: «Toma la mitad de todo lo habéis traído y vete con bien.» Entonces, llamando a los dos secretamente, les dijo: «Bendecid a Dios y a él confesad y magnificadle; confesadle delante de todos los vivientes por lo que ha hecho con vosotros: bueno es el bendecir a Dios y ensalzar su nombre, las palabras de las obras de Dios honrosamente publicando; y no vaciléis en confesarle. El secreto de un rey es hermoso, ocultar; pero, las obras de Dios se revelan gloriosamente; el bien haced, y el malo no os alcanzará. Buena es la oración con el ayuno, y la limosna con la justicia, es mejor lo poco con justicia que mucho con injusticia. Es más hermoso, dar limosna que atesorar el oro. Porque la limosna libra de la muerte; y purifica de todo pecado. Los que hacen limosna, también de justicias se llenarán en vida. Pero los que pecan, enemigos son de su propia vida. No ocultaré, no, de vosotros, toda palabra; he dicho ya que ocultar el secreto de rey es hermoso, pero, es glorioso revelar las obras de Dios. Y ahora, cuando oraste tú y tu nuera, Sara, yo presenté el memorial de la oración vuestra a la faz del Santo; y, cuando sepultabas los muertos, asimismo estaba yo contigo. Y cuando no vacilaste en levantarte y dejar tu comida, para yendo a cubrir al muerto, no te ocultabas a mí, haciendo bien, sino que contigo estaba yo. Y ahora me ha enviado Dios a sanar a ti y a tu nuera, Sara. Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que van elevando las oraciones de los santos y entran a la faz de la gloria del Santo.» Y espantáronse los dos y cayeron sobre su rostro, pues se amedrentaron. Y díjoles: «No temáis, la paz sea con vosotros. A Dios, empero, bendecid por el siglo; porque no por mi propia gracia, sino por la voluntad de vuestro Dios he venido; por donde bendecidle por el siglo. Todos los días aparecíame a vosotros, y no comía ni bebía, sino que una visión vosotros mirabais. Y ahora confesad a Dios, por esto: porque asciendo al que me ha enviado; y escribid todo lo acontecido en un libro.» Y levantáronse, y ya no le vieron. Confesaban las obras, las grandes y maravillosas de él: cómo les apareció el ángel del Señor.

Capítulo 13. Y Tobit escribió oración, de alborozo, y dijo: «Bendito el Dios, el viviente, por los siglos y el reino de él; pues él castiga y compadece, y hunde en infierno y alza de él; y no hay quien huya de su mano. Confesadle, los hijos de Israel delante de las gentes; que él os ha diseminado entre ellas. Allí manifestad su magnificencia; ensalzadle delante de todo viviente, según él; Señor de vosotros y Dios mismo, nuestro padre por todos los siglos. Y nos castigará en nuestras injusticias, y de nuevo se apiadará, y nos congregará, de todas las gentes, entre quienes habéis sido esparcidos, entre ellas. Si os volviereis a él con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, para hacer ante él verdad: entonces se volverá a vosotros, y no ocultará, no, su semblante de vosotros. Y contemplaréis lo que hará con vosotros, y confesadle en toda vuestra boca, y bendecid al Señor de la justicia, y ensalzad al rey de los siglos. Yo, en la tierra de mi cautividad, lo confieso y muestro su fortaleza y su magnificencia a gente de pecadores. Volveos, pecadores, y haced justicia delante de él: ¿quién sabe si os quiera y os haga misericordia? A mi Dios ensalzo, y mi alma para el rey del cielo y se alborozará en su magnificencia. Digan todos y confiésenle en Jerusalén. Jerusalén ciudad del Santo: castigará por las obras de tus hijos y de nuevo se apiadará de los hijos de los justos. Confieso al Señor buenamente, y bendigo al rey de los siglos, para que de nuevo su tabernáculo se edifique en ti, con regocijo, y alegre en ti a los cautivos, y ame en ti a todos los míseros, por todas las generaciones del siglo. Gentes muchas de lejos vendrán al nombre del Señor Dios, dones en manos teniendo y dones al rey del cielo. Generaciones de generaciones loarán y te darán alborozo. Malditos todos los que te odian; benditos serán todos los que te aman, por el siglo. Alégrate y alborózate por los hijos de los justos, pues congregados serán y bendecirán al Señor de los justos. Oh, bienaventurados los que te aman: se regocijarán sobre tu paz. Bienaventurados, cuantos entristecidos fueron por tus flagelos; pues en ti se gozarán contemplando toda tu gloria, y se regocijarán por el siglo. Mi alma bendiga a Dios, al rey el grande; porque edificada será Jerusalén de zafiro y esmeralda; y de piedra preciosa, tus muros, y las torres, y los baluartes, en oro puro; las calles de Jerusalén en berilo y rubí; y con piedra de Sufir serán pavimentadas. Y dirán todas sus vías aleluya y alabanza, diciendo: «Bendito el Dios que ha exaltado todos los siglos.»

Capítulo 14. Y cesó de confesar Tobit. Y era de años cincuenta y ocho, cuando perdió la vista, y después de ocho años volvió a ver; y hacía limosnas y continuó temiendo al Señor Dios y le confesaba. Y grandemente envejeció; y llamó a su hijo y los hijos de él, y díjole: «Hijo, toma a tus hijos; he aquí he envejecido y para huirme del vivir estoy. Encamínate a la Media, hijo; pues persuadido estoy de cuanto habló Jonás, el profeta, acerca de Nínive, porque será destruida; pero en la Media habrá paz más bien, hasta un tiempo; y porque nuestros hermanos en la tierra serán diseminados, de la buena tierra; y Jerusalén estará desierta y la casa de Dios en ella será quemada; y desierta estará durante un tiempo. Y de nuevo se apiadará de ellos Dios, y los volverá a la tierra, y edificarán la casa, no cual la primera, hasta que se cumplan los tiempos del siglo; y, después de esto, volverán de los cautiverios, y edificarán a Jerusalén honoríficamente; y la casa de Dios, en ella, será edificada gloriosamente, para todas las generaciones del siglo en fábrica; según que hablaron acerca de ella los profetas. Y todas las gentes volverán verdaderamente a temer al Señor Dios, y enterrarán sus ídolos; y bendecirán todas las gentes al Señor; y su pueblo confesará a Dios; y exaltará el Señor a su pueblo, y se alegrarán todos los que aman al Señor Dios, en verdad y justicia, haciendo misericordia a nuestros hermanos. Y ahora, hijo, sal de Nínive; pues del todo será lo que habló el profeta Jonás. Tú, empero, guarda la ley y los preceptos y sé amigo de misericordia y justo para que hermosamente te vaya. Y sepúltame hermosamente y a tu madre conmigo, y no os quedéis ya en Nínive. Hijo, mira lo que hizo Amán a Aquiácaro que le había criado: cómo de la luz le llevó a las tinieblas y todo lo que le retribuyó; a Aquiácaro ciertamente salvó; mas a aquél la retribución fue retribuida y él mismo bajó a las tinieblas; Manasés hizo misericordia y fue salvado del lazo de muerte que le había armado; Amán, empero, cayó en el lazo, y pereció. Y ahora, hijitos, ved qué la limosna hace, y justicia salva.» Y esto diciendo él, desfalleció su alma, sobre el lecho; y era de años ciento cincuenta y ocho; y sepultáronle gloriosamente. Y, cuando murió Ana, sepultóla con su padre; y retiróse Tobías con su mujer y sus hijos a Ecbátana, cerca de Ragüel, su suegro. Y envejeció honrosamente; y sepultó a sus suegros gloriosamente y heredó los bienes de ellos y de Tobit, su padre. Y murió de ciento veintisiete años en Ecbátana de la Media. Y oyó, antes de morir la ruina de Nínive, que cautivó Nabucodonosor y Asuero, y alegróse, antes de morir, sobre Nínive.
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Geometry existed before creation.  Plato
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